Cuando no podemos más, cuando estamos a punto de reventar, nuestro cuerpo empieza a dar señales…a veces son muy claras y otras están disfrazadas, pero en todos los casos son llamadas de atención. Gracias a la traducción que el propio cuerpo hace de esas alertas (en forma de crisis de ansiedad, insomnio, migrañas, problemas en la piel o digestivos, etc.), podemos tomar conciencia de que algo está ocurriendo y actuar buscando alguna solución. El problema es que a veces lo que nos preocupa son las propias señales y no tanto el fondo de la cuestión…
Somos como ollas exprés, cuando el contenido entra en ebullición y se acumula el nivel máximo de vapor, éste comienza a salir por la válvula haciendo ruido, resultando un poco aparatoso…pero ¡menos mal que lo hace, pues si no, la olla reventaría!
Debemos tener engrasada y revisada la válvula, para que sea una salida eficaz del vapor, haciendo uso de las técnicas que aplicamos para reducir el nivel de estrés o manejar la ansiedad: relajación, entrenamiento en respiración, yoga, ejercicio físico…
Pero eso no es suficiente, lo más importante es conocer qué mantiene el fuego encendido…para poder apagarlo.
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